La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron
Nuestros cirios gritan: «¡Eres la luz del mundo!»
Que tu luz alumbre delante de los hombres, porque la noche está avanzada y el día se acerca. Despójate de las obras de las tinieblas y revístete de las armas de la luz. Eres hijo de la luz e hijo del día. No eres de la noche ni de las tinieblas. Estás destinado a anunciar las alabanzas de Aquel que te ha llevado de las tinieblas a su admirable luz. Dios es luz, y en él no hay tiniebla alguna. Camina en la luz, tal como él mismo está en la luz. En otro tiempo fuiste tinieblas, pero ahora eres luz en el Señor. Vive como hijo de la luz, pues el fruto de la luz consiste en todo tipo de bondad, justicia y verdad. No participes en las obras de las tinieblas; antes bien, denúncialas. Al ser denunciadas, salen a la luz. Pues todo lo que queda manifiesto es luz. Por eso se dice: «Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo.»