Ya no soy sorda

TESTIMONIO #144

Este fin de semana he tenido la alegría de haber estado en el Retiro de Perdón y Misericordia impartido por el padre Salvador Romero en Bilbao.

Soy mayor y era sorda… porque a través de las manos de mis compañeras, y sobre todo por el Amor de Jesús en su Espíritu Santo, ya no soy sorda.

Me maravilla y abruma oír de nuevo.

Antes la oración era entre Él y yo, yo y Él. Me recogía, nada, ningún ruido o voces me molestaban, oraba, e incluso me quedaba adormecida (yo me reía y le decía, «Jesús, me has dado un descansito») y luego continuaba orando.

En el retiro he experimentado y sentido el Amor de Jesús Eucaristía.

Como algunos van al monte o la playa para tomar baños de sol y de mar, yo me quedaba horas delante del Santísimo recibiendo baños de Amor.

Los cantos de alabanza me levantaban el corazón, sentía mi cuerpo y dentro de él mi alma alegre, alabando, coreando los estribillos porque muchas estrofas no las sabía.

Mi marido murió en 2018 después de 8 o 10 años más o menos de una demencia. En el centro, como terapia, solían hacer Reiki y a los familiares yoga, y lo mismo que la ouija, a la que nos aficionamos como juego y donde entraban mis hijos y sus amigos en una edad de 10-11 a 13-14 años. Qué horror ahora que lo conozco, pero algún ángel protector me impidió seguir, cuando lo iba a hacer la copa oscilaba de un lado a otro sin ninguna palabra entendible, hasta que un día me dijo claramente que no me iba a dejar hacerlo.

Perdón por irme del asunto que trato.

Cuando iba a la confesión solo le pedía a Dios un confesor conocido y me regaló un sacerdote al que quiero mucho y con el que me he confesado más veces.

Otro momento muy grande fue la oración de sanación del seno materno. Me vi pequeñita, muy bien y tranquila en él, pero mi final aún fue mejor, porque mi padre me tenía en sus manos ofreciéndome a un Sagrado Corazón de Jesús entronizado en casa algunos años antes. No me extrañó, me sorprendió gratamente porque mi padre fue un hombre de gran fe, con sus pecados y limitaciones como yo y como todos.

El sábado por la noche ya fue de apoteosis, cuando el p. Salvador dispuso que se apartaran las sillas para la oración de sanación física. Yo me quedé sentada y desde allí apoyé con mi corazón pidiendo a Jesús la sanación de mis compañeras.

A mi lado se había quedado otra compañera. Se me ocurre preguntar si no tiene ninguna molestia, dolor o algo que sanar. Me contesta que no y me pregunta: «¿Y tú Conchi?» Yo riendo le digo que, a mi edad, cuando no duele una casa es otra. A mí no me parecía que estaban jugando, al contrario, era cosa seria y de fe pedir la curación. Entonces le digo: «Como no me quiera quitar la sordera…»

Me sentaron en la silla. Yo llevaba puesto un audífono porque los dos se acoplaban y empecé a oír: «SANA EN EL NOMBRE DE JESÚS.»

Esa canción iba en aumento. Yo no sé por qué, me quité el audífono y le decía a mi compañera, que conozco mucho: «Mari Carmen, habla más bajo que te oigo.» Ella me miraba con ojos como platos y bajaba el tono. Yo le volvía a decir que bajara el tono, que seguía oyéndola.

Y así fue como Jesús me ha curado.

Ahora le pediría el botón para regular el volumen.

CREO EN DIOS PADRE, CREO EN DIOS HIJO, CREO EN DIOS ESPÍRITU SANTO, CREO EN LA SANTÍSIMA TRINIDAD, LO ALABO, LO ADORO Y LE DOY GRACIAS COMO EN EL MAGNÍFICAT PORQUE JESÚS HA MIRADO MI PEQUEÑEZ Y MISERIA.

GLORIA A DIOS.

AMÉN.