Alegría que no se puede explicar

TESTIMONIO #151

De todo corazón quisiera agradecer al padre Salvador y a cada uno de los hermanos y hermanas de la Comunidad esta oportunidad tan maravillosa que nos han brindado en el retiro de Sanación «Perdón y Misericordia», ¡en el cual por fin pudimos reconciliarnos con Dios y con nosotros mismos!

Muchísimas gracias por el trabajo extraordinario, grandioso y milagroso que Dios ha hecho a través de cada uno de vosotros —un trabajo que ha sido realizado a la perfección (todo tan bien pensado y realizado)— por el cariño, la paciencia y sobre todo el amor que se desprendía de vuestros corazones. He visto a Jesús en cada uno de los hermanos y las hermanas con los que tuve la posibilidad de tratar: ¡esa mirada profunda con mucho amor, compasión y comprensión!

He vivido con mucha intensidad cada una de las etapas de sanación interior. En cada una de ellas el Seños me ha ido mostrando que en ningún momento he estado sola, que Jesús siempre estaba presente y que la Santísima Virgen me protegía y sigue protegiendo de una manera muy especial.

En la sanación de la etapa de heridas de crecimiento vi los momentos claves que han podido provocar estas heridas. Una de ellas es la falta de cariño por parte de mi madre. Mi mamá era una buena madre con un gran corazón, pero muy estricta y exigente y no sabía expresar su amor de otra manera, quizás porque su madre nunca se lo mostró hacia a ella.

Cuando el Señor me enseñó este momento, se acercó una de las hermanas y me dio ese abrazo de mamá que tanto necesitaba, y además me dijo que sentía mucha protección de la Santísima Virgen (eché a llorar, todavía sigo llorando).

Este hecho fue muy sanador y, además, cuando me desperté a la mañana siguiente la primera palabra que escuché era María.

Hubo otros momentos:

Vi a la pequeña María rechazada y abandonada por sus amigos y también la muerte de mi papá. Durante muchos años le he estado preguntando a Dios el porqué se lo había llevado tan temprano. Solo tenía 9 años cuando mi papá falleció. Mi mamá quedó sorda por un trauma que sufrió de pequeña. Me dolía mucho cuando la gente delante de mí se alegraba de la muerte de mi papá y se burlaba de la sordera de mi mamá… Solo con 35 años pude perdonarlos (entendí que lo hacían por ignorancia y por falta de amor; también entendí el porqué el Señor se ha llevado a mi papá).

Tal y como he contado en mi testimonio de la «caja negra», mi papá me quería muchísimo, de tal manera que me lo consentía todo. Dios me enseñó que me protegió del peligro que me esperaba: me hubiera convertido en una persona autoritaria y sin escrúpulos; sí, hubiera tenido todo lo material, pero hubiera perdido lo esencial – mi alma.

También se me han quedado grabadas las imágenes de la Misa final, de la sanación de árbol genealógico. La viví con mucho amor y mucha intensidad.

Al principio de la Misa, en el momento de pedir perdón, al acercar la hoja con los nombres de mi árbol genealógico hacia al corazón, sentí mucho calor en el pecho y también amor que atravesaba mi corazón. Enseguida vi a Jesús – Divina Misericordia con sus Divinos Rayos de Sangre y Agua atravesando la Iglesia y, acto seguido, las almas una tras otra, muy alegres subiendo al Cielo.

En el momento cuando las hojas con los nombres de nuestros seres queridos estaban expuestas en el Altar, vi a una paloma blanca que descendió y se sentó encima de los tochos.

Casi al terminar la Misa, vi a Jesús Glorioso y Majestuoso con los brazos abiertos en las puertas del Paraíso.

¡Esta alegría que sentí no se puede explicar!

También quisiera darle las gracias a Dios y al padre Salvador por la oportunidad de renovar los votos matrimoniales, sobre todo por este perdón que tanto necesitábamos de pedirnos unos a otros y nuestro orgullo nos lo impedía.

¡Gracias Jesús!

Cada momento fue muy sanador, cada palabra pronunciada descubría y curaba las heridas sin dolor y con mucho amor.

Le doy gracias al Señor por haberme brindado esta oportunidad tan bella y maravillosa que parecía un sueño y del cual no quería despertar.

¡Muchas gracias a todos los que habéis sido partícipes de esta experiencia tan maravillosa del encuentro con el Señor nuestro Dios!

¡Que Dios os bendiga!

Con mucho amor,

Mariya (from the Ukranians Brothers).