Desde Tierra Santa hemos pedido por toda la Comunidad Somos hijos de Dios, para que seamos uno, unidos en el Amor que un día nos llamó a cada uno para ser parte de esta bella Comunidad. Para que seamos esas piedras vivas dirigidas por el Espíritu Santo y podamos ser aquellos que traen el Reino a la tierra para la Gloria de Dios.
En la tierra de nuestro amado Jesús hemos pedido también para que el avivamiento sea una realidad que nos convierta en llamas vivas para la glorificación de su Reino, y el Señor nos ha dado justo esta Palabra:
Sucederá después de esto que yo derramaré mi Espíritu en toda carne. Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Hasta en los siervos y las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días. Y realizaré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, fuego, columnas de humo. El sol se cambiará en tinieblas y la luna en sangre, ante la venida del Día de Yahveh, grande y terrible. Y sucederá que todo el que invoque el nombre de Yahveh será salvo, porque en el monte Sión y en Jerusalén habrá supervivencia, como ha dicho Yahveh, y entre los supervivientes estarán los que llame Yahveh.
Joel 3, 1-5
Qué bendición más grande ha sido para toda la Comunidad esta peregrinación. Somos uno, y seguro que vamos a ver muchos frutos de esta experiencia.
Oremos juntos con fe y esperanza:
María es la mujer por excelencia, porque «María es la mujer que se dejó hacer». Hay que aprender de ella a dejarnos hacer… ¿Cómo reacciono cuándo alguien me contraría? Ayúdanos, María, a decir que sí a todo lo que Dios nos pida, que nos dejemos hacer por Dios a través de ti.
¡Maranatha! ¡Ven Señor Jesús! ¡Gloria a Dios!