TESTIMONIO #170
Misericordia y Gracia.
Cómo podré agradecer al Señor tanta bendición. Me preparé durante un mes pidiendo al Señor por este Retiro, Discípulos de Jesús. Todavía arde mi corazón, cuando digo el nombre del Retiro.
«En dos días, intensidad máxima», le decía al Señor.
Parece que hayamos estado una semana. Cada detalle vivido ha sido una providencia de AMOR en mi Alma. Venía tan cansada, un poco triste, y a la vez con ganas de sentirme útil. Caigo muchas veces, será que lo que estoy haciendo es la voluntad de Dios. Una de las profecías de una de una hermana dice:
«Una mujer cuida a alguien de su familia. A Dios le agrada el cuidado con ternura. Su mirada está allí cuando le cuida. También Dios está con ella cuando no está cuidándole. Le gusta su alegría y lo que disfruta con lo sencillo. También la Virgen María cuida de su familia, está entre ellos.»
Y me dio la palabra de 2 Timoteo 2, 4:
«NADIE QUE SE DEDICA A LA MILICIA SE ENREDA EN LOS NEGOCIOS DE LA VIDA SI QUIERE COMPLACER AL QUE LE HA ALISTADO. Soporta las fatigas conmigo como un buen soldado de Cristo Jesús.
(El padre Salva se pasó el fin de semana diciendo que éramos guerreros.)
Esta lectura que terminé de meditar me llenó de gozo. Los negocios del mundo. A qué he sido llamada. Esta llamada de cuidar de mi mamá, me llegó hace 7 años. Estaba en un convento Carmelita de clausura.
Un día sentí en mi corazón: «¿Quién cuidará de tu mamá y de tu hermana para que no se pierdan en el mundo?» Yo, que hacía 5 meses, en la clausura, pensé: «SEÑOR, ¿seré yo?» (Yo estaba feliz en la clausura y no quería irme.) Al día siguiente, en una moción interior, sentí: «Sí, te tienes que ir.» Solo dije: «Hágase en mí.»
A los 3 días vino la hermana y me dijo: «Tienes que dejar la clausura, tu salud no es buena.» (Yo, que tenía una alegría muy fuerte en mi corazón, solo le dije «hágase en mí».)
Cuando salí, le dije al señor: «¿Cómo voy a cuidar de mi mamá, si mis hermanos no van a entender nada y me van a criticar por no ponerme a trabajar y ganar dinero?» En el Carmelo descubrí, por Gracia de Dios, una frase de san Juan de la Cruz: «Me he dado cuenta de que ahora que no tengo nada, lo tengo todo.» Se cumple en mi casa cada día. No poseo nada, solo el dinero que mi mamá le viene a bien darme cada semana. No tengo nada y nada siento que me falta.
La profecía de esta hermanita me ha hecho recordar a lo que he sido llamada, a lo que Dios necesita para ser una con Él.
Cuando oraron por mí, en mi interior era una explosión de gozo y fuego de Dios, solo Dios. El Espíritu Santo habita en mi interior, he vivido un retiro en el gozo y la alegría de Dios Papá.
Gracias a la Comunidad Somos hijos de Dios. PUES EN VERDAD LO SOMOS.
BENDICIONES.