TESTIMONIO #188
El retiro para mí ha sido de mucha bendición en varios aspectos, porque el Señor me ha confirmado a través de las enseñanzas muchas verdades.
Pero debo decir que recibí una gran bendición durante la sanación del seno materno.
Soy la segunda de 5 hijos y mi madre me tuvo cuando ella tenía 15 años y mi padre 27. De mi padre sabía que quería tener solo hijos varones, pero de mi madre dudaba de su amor a causa de ser una mujer severa en los castigos durante nuestra niñez y adolescencia. Y no recuerdo tener muchos gestos de amor y complicidad con ella, a diferencia de mi padre, que sí tengo recuerdos más bonitos.
Entonces sentía muchas dudas de si me amaba cuando nací.
Y el sábado por la mañana, el Señor me permitió experimentar en mi corazón el sentimiento de mi madre cuando nací.
Durante los primeros meses sentí serenidad (al punto que dudé de que la sanación me estuviera haciendo efecto, porque suponía que mi madre no estaba tranquila o feliz con el embarazo).
Sin embargo, durante el octavo mes, empecé a sentir una angustia en mi corazón y empecé a llorar. Sentía mi corazón muy agitado, porque se acercaba el momento de nacer.
Y así continuó hasta el mes 9.
Sin embargo, cuando el padre Salvador dijo algo de la calma, mi corazón tuvo paz, pero una paz inmediata (uno se calma poco a poco, pero yo lo sentí de inmediato), al punto de que quedé a la espera.
Y cuando nos preparamos para nacer, yo pude ver el momento de mi nacimiento (yo nací en casa).
Es como si hubiese estado allí dentro de los ojos de Jesús. Vi mi cuerpecito, no mi rostro. Vi como me tomó en sus manos y cuando le dijeron a mi madre que era una niña, me mostraron a ella y después me apoyaron en su pecho.
Sentí en mi corazón la alegría inmensa de mi madre cuando me vio y verificó que era una niña… Ella estaba superfeliz, y esa felicidad la sentí yo al mismo tiempo, tal y como ella la sentía.
Fue todo como un sueño.
De repente, se oscureció… pasó la visión.
En mi corazón había tanta alegría de saberme amada por mi madre y experimentar su felicidad que me ha cambiado por dentro. Recuerdo que sentía ganas de salir corriendo a llamarla y darle gracias. Creo que si la hubiese tenido al lado la hubiese colmado de besos.
Doy gracias a Dios por haberme permitido vivir y ver ese momento, ese gozo, esa felicidad.
Gloria Dios.