«Aspirad a los dones espirituales, especialmente a la profecía» (1 Co 14, 1).
— Por Mª Ángeles.
Tener el pecho ardiendo, una especie de calorcito como pegado al cuerpo, como cuando te pones en una estufa y, sin tocarla, emana un calorcito; sentir que te calienta el mismo Dios, ABBÁ. No poder parar de decir ABBÁ, Papá. Estar delante del Sagrario con este calorcito, encendiéndose con suavidad, esta delicia de Dios. Pasar las cuentas del Rosario con la sonrisa en la cara, con el calorcito, en la intimidad de la celdita interior, donde el mismo Dios te acoge. Sonrojarse solo de sentir su Amor. Escribir y no poder parar de sonreír. Estar en casa, estar aquí, en los brazos de Papá Dios que acoge. Ser la persona más feliz, en la intimidad con Cristo.
Todo esto es obra del Espíritu Santo, derramado en una asamblea preciosa de más de 600 personas.
¡El Señor ha estado grande con nosotros y estamos muy alegres!
«Verdaderamente te has acordado de mí, oh Dios, y no has abandonado a los que te aman» (Daniel 14, 38).
Testimonio
Compartimos contigo este precioso testimonio de la obra del Espíritu Santo: