Del 16 al 20 agosto de 2021 — Por María.
El día anterior a la salida hacia Fátima, rezando con el Evangelio delante del Santísimo, recibí una palabra. Estaba rezando con el Evangelio de Lucas 1, 39-56 (el de la solemnidad de la Asunción de la Virgen) y el Espíritu Santo me tocó fuertemente con el versículo 41:
«En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, Isabel quedó llena del Espíritu Santo.»
Pues el Señor me mostró que era lo que iba a suceder en Fátima. Isabel quedó llena del Espíritu Santo tras el saludo de la Virgen. De este Evangelio, el Espíritu Santo me llevó al de Juan 7, 37-39, y me venía una y otra vez «de su seno manarán ríos de agua viva», «si alguno tiene sed que venga a mí…», y Juan 6, 35b: «El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí no tendrá nunca sed.»
Hablando con una hermana, supe que ella había recibido también el Evangelio de Juan 7, 37-39, como yo. El evangelio de Lucas y el de Juan hablan de la efusión del Espíritu. Vi que el Señor decía que iba a haber una efusión del Espíritu que viene de Jesús, a través de la mediación de la Virgen. Me venía una imagen, veía agua caer y tenía la certeza de un derramamiento fuerte del Espíritu.
Al día siguiente, de camino, el Señor me puso en el corazón que iba a ser distinto al año pasado, que iba a ser muy fuerte (me venía la imagen de un chaparrón), pero sobre todo algo íntimo, en el corazón de las personas que íbamos. Hay personas que no han vivido cosas extraordinarias a nivel exterior, pero sí un paso fuerte del Señor que ha marcado un antes y un después en sus vidas.
Como compartí en el autobús, antes de Luz y Misericordia, mientras rezábamos pidiendo el Espíritu Santo, le pedí a la Virgen que nos cubriera con su manto y sentí que lo hacía. Enseguida, una hermana compartió que estaba sintiendo muy fuerte la presencia de la Virgen. Al acabar la oración, fui con otras hermanas a decir que ya podían entrar en la sala, y por todo el pasillo olí a rosas. Se confirmaba la presencia de la Virgen, cómo Ella estaba intercediendo por esa efusión del Espíritu Santo.
En ese momento previo a Luz y Misericordia, el Señor puso mis ojos en una imagen de un Cristo en la Cruz, que había en la pared, y Jesús repetía «tengo sed». De repente, vi la Llaga del corazón de Jesús viva, sangrando, y Jesús me dijo: «Los amo a todos. Voy a derramar mi Sangre sobre ellos para sanar heridas» (me hacía «percibir» un amor muy profundo y personal por cada uno). Jesús tiene sed de sanar las heridas, le duele el dolor de cada corazón. Y así fue, un momento de sanación y liberación del dolor de los corazones. Y esa sed de Jesús que grita en Juan 7 es la misma sed de Jesús en la Cruz.
Después de la peregrinación puedo decir que fue así, una efusión del Espíritu Santo, que vino del Corazón de Jesús, a través de la mediación de la Virgen.
¡Grande es el Amor de Dios! ¡Gloria al Señor por tanto Amor y Misericordia derramadas en estos días a través del Espíritu Santo!