— Por Adriana Figueroa.
Toda la Comunidad está volcada preparando el gran evento de Pentecostés.
Aunque realmente este no es un evento como tal, ya que nuestro corazón siempre tiene que estar en un proceso continuo de preparación, no solo para eventos específicos, sino para toda nuestra vida cristiana.
No podemos reunirnos juntos todos los días como Comunidad para orar, ya que no somos ni hacemos parte de una comunidad de vida, pero sí podemos, cada uno desde su casa y desde su propia vida, aportar un granito de sal para que sazone todo en esta fiesta de Pentecostés.
¿Cómo?
- Viviendo cada día en y con la presencia de Dios, ayunando, arrepintiéndose y confesándose. Realmente examinando nuestro corazón en busca de cualquier pecado o actitud negativa que pueda obstaculizar nuestra comunión con Dios y con los hnos. (Si alguno o algunos te cuestan es un buen momento para que le pidas amor a Dios por él y lo bendigas.) Hacer esto es un acto profético que nos ayudará a disipar las tinieblas que ya quieren crear confusión y que realmente no dejan que se manifieste la gloria de Dios en todo su esplendor. Abramos verdaderamente el corazón a la gracia de Dios, si queremos realmente dejarle actuar.
- Oración y meditación de la Palabra: Dedicar tiempo a hablar con Dios y escuchar su voz a través de la oración. Pedirle que nos ayude a estar receptivos a Él y qué es lo que quiere decirnos para este evento.
- Intimidad con Dios: Tiempo para a Adorarle y expresarle gratitud. Cantarle, alabarle etc… Enfocando nuestra mente y corazón en la grandeza y el amor de Dios.
- Humildad y apertura: Reconocer que el evento de Pentecostés no se trata de nosotros, sino de glorificar a Dios y aprender de Él. Mantener una actitud humilde y receptiva, dispuesto a recibir las enseñanzas (no como si todo lo supiésemos, aunque estemos sirviendo) y aceptar las correcciones que podamos tener.
- Expectativa y fe: Cultivar una expectativa positiva y una fe firme en que Dios obrará durante el evento y que nosotros no tenemos que forzar nada, sino realmente dejarle actuar a Él. Para esto es importante la intimidad con Dios y el discernimiento desde fuera, para saber lo que Dios quiere en cada momento y no dejarnos llevar por nuestras emociones y sentimientos, porque no vamos a un partido de fútbol. Confiar en que Dios tiene un propósito para cada uno y está deseoso de que en el servicio se quiere encontrar con cada uno de nosotros. Permitamos realmente que nuestros corazones se llenen de esperanza y confianza en Él y hagamos su voluntad. Dios sabe más.
- No juzgar, ni ahora mismo que estás leyendo este escrito, ni en el evento; y lo mejor es dejar de juzgar. Os invito a reflexionar sobre nuestro propio comportamiento y actitudes. Cultivemos la comprensión, la caridad; tratemos de comprender las circunstancias y los motivos detrás de las acciones de los demás. Practiquemos el perdón y la compasión, reconociendo que todos somos humanos y cometemos errores. Y centrémonos en Jesús y María, y en nuestro crecimiento espiritual para poder dejar a Dios actuar en nuestras vidas. Porque realmente tenemos que ser reflejo de su Gloria y que se note que de verdad tenemos al Espíritu Santo. Si hacemos estos pequeños cambios podremos abordar las diferencias o conflictos de manera constructiva, en lugar de recurrir al juicio.
- Rosarios, novenas, etc… Todo suma.
Si queremos realmente que esta Comunidad un día llegue a ser para algunos un hogar y para otros un lugar de compartir y de vivir como hijos de Dios, anunciando el Evangelio y rescatando esas almas perdidas, empecemos por hacer cambios en nuestro interior.
Nadie va a cambiar a nadie, el cambio empieza por cada uno.
Gracias.
Bendiciones.