Testigos de lo más grande: la presencia de Dios

Retiro Perdón y Misericordia

— Por Adriana Figueroa.

Queridos hermanos:

Después del pasado retiro de Perdón y Misericordia en Torrente, tomé un tiempo para reflexionar y meditar sobre las experiencias vividas, y hoy quiero compartir con vosotros lo que aprendí.

Fui testigo de lo más grande: LA PRESENCIA DE DIOS en todo momento, pero también de como el enemigo intentó atacarnos. Veo que debemos ver estos ataques como oportunidades para reconocer nuestras deficiencias y buscar más esa presencia de Dios.

Vi y experimenté a Dios actuando en cada momento, llenándome de paz, tranquilidad y dominio propio, gracias al Espíritu Santo.

Sin embargo, también fui consciente de mi debilidad y de la necesidad de permanecer siempre cerca de Dios, reconociendo que sin Él soy incapaz de nada. Cuando me alejé de Su presencia, el enemigo intentó perturbar mi paz, pero por la gracia de Dios reconocí mi dependencia de Él, y Él me sostuvo.

Os animo a reflexionar sobre vuestras experiencias y a permitir que Jesús ilumine nuestras impurezas y deseos que no están alineados con los suyos.

A veces pensamos que nuestros deseos son los deseos de Dios, y no es así. Más aún cuando vemos que las cosas no salen como las queremos; este es un indicativo de que no es por ahí y es el momento de ser sinceros con nosotros mismos y preguntar al Señor: ¿dime por dónde, Señor? y guíame por tu camino. Debemos humildemente pedir perdón a Dios y a los demás por nuestras faltas. Personalmente, pido perdón si fallé a alguno de vosotros durante este retiro.

Rezo para que cada uno de nosotros busque un cambio de mente, sumergiéndonos en la verdadera revelación de Dios, es ahí donde está el secreto para el cambio de mentalidad. Si no vivimos en la revelación, nuestras mentes seguirán igual de atadas o no verán la luz para ese cambio. Un cambio de ver aquellas cosas en nuestro interior que nos estorban y que puedan ser transformadas; claro, si nosotros lo queremos. Porque Dios no obliga a nada.

A pesar de nuestras diferencias y debilidades, confirmo que este retiro fue una bendición y me siento capacitada para seguir adelante gracias al ánimo del padre Salva y a su celo por el Evangelio. Reitero mi agradecimiento a este sacerdote que Dios puso en mi camino.

También agradezco a todos los hermanos con los que serví, así como a aquellos que intercedieron por nosotros en oración. Aunque aún nos queda mucho por recorrer, confío en que, con la gracia de Dios, alcanzaremos el buen puerto.

¡Ánimo, hermanos! Bendiciones y que la paz sea con vosotros.

Como la profecía más segura es la Palabra de Dios, todo lo confirmo con ella y este ha sido el versículo que Dios me regaló para mi experiencia:

«Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento; reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus sendas.» (Proverbios 3, 5-6.)

Gracias.


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