Lo más grande que hemos vivido en este nuevo retiro de «Perdón y Miseridordia» ha sido el percibir, ver y sentir el fluir de Dios (el fluir del Espíritu Santo), que es nada más y nada menos que la comunión del Cuerpo de Cristo.
Lo único que hemos podido hacer ha sido el dejarnos llevar por este fluir. Es maravilloso estar en esta corriente. Porque es ahí donde está la vida, la comunión, el testimonio y la obra de Dios.
Para nosotros es vital la realidad de la comunión y de la compenetración del Cuerpo de Cristo. De otro modo, no importa cuánto nos esforcemos por avanzar ni cuán sencillos y humildes seamos, si no tenemos claro la comunión en verdad, transparencia y amor, porque tarde o temprano surgirán problemas, e incluso divisiones, entre nosotros.
Ha sido muy bonito orar en esa comunión, porque la oración fluía como agua desbordada para dar toda la Gloria al único que la merece, el señor Jesús, ¡el Rey de reyes!
Hemos visto reflejado el Amor de Dios en los rostros llenos de alegría, amor y paz. Ha sido una auténtica bendición el poder ser testigos de la Misericordia de Dios, viendo como el Padre salía al encuentro de cada hijo.
Han surgido amistades, gente que quedaba para dentro de unos días y verse para ir a rezar o asistir a Misa juntos… Quién sabe qué caminos hermosos, algunos grandes, muchos de ellos sencillos, va a empezar el Señor a partir de este retiro.
Gracias Jesús por dejarnos entregarnos a Ti, gracias por cada hermano. Queremos más, queremos trabajar más para Ti; coge nuestra vida entera aquí en este mundo, para Ti.
Todo para darte Gloria solo a Ti.