TESTIMONIO #022
Paz y Bien.
Hola, soy Blas.
Gracias a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, por el pasado retiro del padre Salvador «Renovados en el Espíritu». Escribo este testimonio en acción de gracias por tanto bien recibido y por poder compartir la efusión del Espíritu que viví en primera persona.
Quiero puntualizar que no soy (era) dado a alabar en voz muy alta ni con los brazos extendidos. Siempre he sido muy vergonzoso para eso. Todo lo contrario de lo que me pasó el domingo en Luz y Misericordia. Como entonces dijo el padre Salvador (que el Señor lo conserve en su ministerio durante muchos años y continúe abriéndonos puertas a la acción del Espíritu Santo a la luz de las Sagradas Escrituras), Luz y Misericordia era un encuentro exclusivo con el Señor, sin espectadores ni mirones, a solas con el Señor pese a estar todos juntos en alabanza frente al Santísimo. Así lo viví yo. Al entrar sentí que tenía que situarme junto al coro. Ya desde el principio del retiro estaba algo más alabador ya que traía la experiencia del anterior retiro de sanación vivido en mayo, y sabía, porque así nos lo recuerda el padre, que el Espíritu se derrama más si la intensidad de la alabanza es mayor en la asamblea.
Lo dicho, me puse junto al coro y empezamos a adorar y a alabar al Señor y mi garganta se abrió, y, de rodillas, y con los brazos bastante abiertos, mi alabanza ya empezó a ser más intensa. Cantaba con fuerza, sintiendo al Señor, nuestro Dios y a su Espíritu y que me oían y veían alabar y agradecer.
Mis alabanzas pasaron al llanto, llanto y dolor profundo, pues los hermanos (mis 5 hermanos y yo) atravesamos un distanciamiento en la familia, en concreto a causa de uno de los hermanos que está confundido y metido en la santería y ha arrastrado a otros hermanos y sobrinos.
El Señor, y su Espíritu, me concedieron poder poner todo mi sufrimiento y dolor de años a sus pies en la Cruz, con gran dolor y entrega y gracias a hacerme descansar en el Espíritu cesaron mis alabanzas sollozantes y dolorosas.
Durante el descanso en el Espíritu continué ofreciéndole a Jesucristo la angustia familiar y lo volqué todo.
Me pude recomponer, lleno de sudor y lágrimas, continué de rodillas y me vino el ímpetu de alabar y bendecir al Señor como agradecimiento de haber sido escuchado y aliviado.
Sentí que todo el mal que estaba intoxicando a mi familia se quedó a los pies del Señor y entonces ya no pude dejar de alabar, con los brazos totalmente abiertos, levantando mi voz, agradeciendo y alabando. Se me confirmó después que había recibido el don de la alabanza, pues no podía parar de alabar, bendecir, agradecer al Señor nuestro Dios con fuerza en la voz, mayor apertura de brazos de forma notoria.
Fue tanto el ímpetu y las ganas de alabar y bendecir y me encontraba totalmente liberado de la carga que no atendía cuando me indicaron que paráramos de alabar; entonces rezaron por mí y tuve otro descanso en el Espíritu a muy pesar mío porque sólo quería seguir alabando.
Los días han pasado. Con mis hermanos casi todo sigue igual, de momento. Pero sé bien que el Señor me escuchó y solo tenemos que esperar sus tiempos. De momento yo he empezado mi tiempo con Él, que es el tiempo del Amor, la Alabanza, la gratitud y la confianza.
Alabado sea el Señor nuestro Dios.
Un abrazo.
Blas.