Asistí al retiro «Discípulos de Jesús» que tuvo lugar en el mes de septiembre en Madrid.
El sábado por la noche yo estaba ya muy cansada y con dolores articulares musculares.
Yo necesitaba irme a la cama.
Pero durante la oración de sanación física, rezaron por mí el padre Salvador, Carlos y Marimar y componentes de la Comunidad Somos hijos de Dios.
Yo pedí por una sanación en concreto que no se dio, pero al poco de acabar de rezar por mí, empecé a sentirme mejor, sin ese cansancio ni dolores. Esto me permitió poder ir a la capilla, a la Adoración nocturna, donde estuve hasta las 3 de la mañana.
Al exponerse el Santísimo comencé a llorar, porque me hice consciente de como yo había herido a otros, como a mi hija y a mí misma… y tuve la necesidad de confesarlo con un sacerdote, al cual agradezco que estuvo confesando esa noche. A partir de ese momento empezó en mí una necesidad de cambio y una voluntad de evitar herir.
El ser consciente me está ayudando a renunciar a este tipo de comportamientos tan nocivos para mí, como para los que están conmigo.
Daros las gracias a los componentes de la Comunidad Somos hijos de Dios, tanto de Madrid como de Valencia, y los hermanos y hermanas que participaron en ese retiro.