TESTIMONIO #178
Es tanto lo que he recibido en esta Comunidad, por la Gracia de Dios, que humanamente me resulta imposible explicarlo. Muchísimo menos agradecerlo. Y más cuando el inmerecido milagro no se queda en mí, sino que salpica a las personas que amo.
Mi familia y yo arrastrábamos heridas desde la guerra: renegando de Dios y odiando a su Iglesia. Y en su infinita Misericordia, no solo sé, por Fe, que nos ha perdonado, sino que nos mata el cordero cebado.
Quiero dar testimonio de lo radicalmente diferente que resulta la vida familiar al amparo de la Fe cristiana. Hasta el punto de afirmar que mi familia sin Dios no merecía ese nombre.
Hoy mis hijas están yendo a catequesis para recibirle y no hay palabras para expresarlo.
Tan solo me queda pedir Oración por todas las personas que lo han hecho posible y por sus familias. Que Dios os llene de Gracias y Bendiciones eternas.
Bendito y alabado seas por siempre Señor.