Mirad cómo se aman

TESTIMONIO #109

Quizás no sea mi mejor momento, son muchas las cosas que me pesan en los hombros, y para decir verdad, me cuesta caminar. El salmo 62 dice «mi alma tiene sed de ti, mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca agostada, sin agua», estas palabras iluminando mi sentir calman el dolor, un dolor profundo que me invita a asumir de nuevo a volver a los orígenes de una creación inacabada que aún se está dando lugar, soy criatura de Dios, soy hijo de Dios que como tierra reseca necesita de esa humedad que solo el Creador me puede dar, con sus manos formarme para su Gloria… solo para su Gloria, ser tierra húmeda, es tener forma, estar formado. Quizás esto es lo que me permite conocer y reconocer mi proceso, mi situación actual, en la que Dios como mi Padre que es, me ha dado Madre, la Iglesia, que en sus entrañas me forma, me sacia, en lo escondido de su vientre, me alimenta con la sencillez de un cordón umbilical.

Pero algo amanece, cuando te sientas en una mesa con personas que conoces de poco, o los conoces, pero tienes la certeza de estar recibiendo amor, fraternidad, sabes que son tus hermanos, y caen los esquemas cuando ante la grandeza del misterio de Comunión no puedes hacer otra cosa sino que reconocer que los amas por qué son habitados por Cristo, son los templos vivos del Espíritu Santo en que Dios viene a visitarme, sin duda alguna algo se teje en el seno de la Iglesia, cuando un hijo de Dios reconoce al Padre Resucitado en sus hermanos, y un horizonte de esperanza aparece a lo lejos al saber que sigue vivo aquel «mirad cómo se aman» de los primeros cristianos.

No sé lo que Dios hará conmigo, solo sé que algo hará, pero reconozco que he perdido el control de mi vida y se lo he dado al Único que puede controlarlo y hacer las cosas bien. Él, que es mi hacedor, no abandonará la obra de sus manos, y precisamente puedo decir esto con fe, porque lo que yo vivo en lo escondido de un seminario, lo encuentro explicado en la vida de Somos hijos de Dios, mi Comunidad, tanto en cuanto los hermanos que la forman se han convertido en mi hogar, sin esperarlo, pero así intuyo que lo quiere el Padre. Mi Comunidad son mis hermanos, mis hermanos son mi hogar, son posada del buen samaritano, donde Dios mi hacedor no me abandona, sino que me gesta, me hace suyo, me sumerge en su Amor.