Para Dios no existen fronteras

TESTIMONIO #116

Gracias por compartir el Cerco de Jericó con el mundo entero.

Doy mi testimonio de sanación de migrañas e insomnio. No había querido compartir nada hasta no comprobar por lo menos dos noches. Después de dos días del padre Salvador dar las palabras de conocimiento, he podido conciliar mi sueño y estar libre de los dolores de cabeza, levantarme descansada y lúcida. Doy gracias a Dios y le doy la Gloria por haberme sanado a través de las oraciones del Cerco de Jericó con el padre Salvador Romero desde Valencia, España. Para Dios no existen fronteras.

Muy agradecida.

Dios lo bendiga, padre, y siga llevando la luz del Señor por el mundo entero. Se le espera en Monterrey, México. Pertenezco a la Renovación Carismática, si usted desea se le puede invitar. Nos encantaría tenerlo a usted también.

Dios lo bendiga.

Adelina.

¡Qué milagro!

TESTIMONIO #115

¡Qué milagro! No respiraba bien y tenía ansiedad. Lo has nombrado y estoy respirando bien y sin ansiedad. Estaba fatigado cuando he ido a Misa y luego he caminado hacia mi casa y estaba fuerte.

¡Bendito sea Dios!

¡Verdaderamente ocurrió el milagro!

TESTIMONIO #114

Testimonio Retiro 3 «Discípulos de Jesús» del padre Salva y la Comunidad Somos hijos de Dios.

Quiero dar testimonio del poder del Espíritu Santo en el retiro del padre Salva de octubre 2021.

Al llegar exhausta por el activismo y la lucha de muchos frentes en contra, por defender la verdad, le pedí al Señor tener un contacto fuerte con Él, porque me cuesta mucho rezar y soy hiperactiva, le necesitaba, ¡necesitaba sentirle!… Quería también respuestas acerca de nuestro granito de arena, el grupo de alabanza del santuario de SCHOENSTAT que intentamos levantar hacía año y medio; ya estaba dispuesta a abandonar…

Nada más llegar tomé una frase de la Palabra de las del cestillo y salió: «Recibirás el poder del Espíritu Santo y hablarás en otras lenguas.»

Me impusieron las manos (tenía tendinitis en la rodilla) y me desapareció hasta hoy.

En la alabanza, al imponerme las manos… tuve un descanso, quizá estuve 40 min, sintiendo como una energía eléctrica interior que me hacía temblar todo el cuerpo y sin poder moverme estuve todo el rato diciendo: «Alaba, Alaba, Alaba a tu Dios.» Fue impresionante. Sentía la presencia del Señor y no quería que terminase, no paraba de darle Gracias y aquello no acababa, ¡brutal! Justo lo que le pedí… allí ocurrió. Es imposible describirlo con palabras. En serio tengo mucha Fe, pero jamás pensé que Él se fijaría así en mí, fue una experiencia del Amor de Dios, única en mi vida.

Después de eso, por supuesto seguí adelante con mi grupo de alabanza, que se ha extendido online a otras comunidades con una pequeña escuela de alabanza, donde hemos seguido recibiendo muchísimas gracias y visto muchos milagros. Claramente, el Señor respondió a mi pregunta y, claramente, el Señor quiere la Alabanza para este tiempo. 

Al salir del Retiro, perdí la voz un mes, no podía hablar, pero de forma increíble podía cantar, me había cambiado el tono de voz, ahora llego a tonos altísimos con la voz, me sale como del estómago, cuando canto, siento fuertemente esa presencia de unión con el Señor, ¡que antes no sentía al cantar! ¡Verdaderamente ocurrió el milagro, mi voz al cantar siente su Presencia en mí!

Gracias Señor, Gloria y Alabanzas por siempre a ti Señor, grande eres y grande es tu Poder y Misericordia con nosotros, jamás defraudas al que te invoca con fe.

Para la mayor Gloria de Dios sigo alabando, cantando al Señor y por Él ¡he comenzado a tocar el piano! Todo para tu Gloria Señor.

Animo a todos a hacer los 3 retiros del padre Salva, y doy gracias a Dios por su obra en él. Gracias padre Salva y gracias a toda su Comunidad.

Seguimos unidos en alabanza con vosotros, todos los segundos domingos desde el Santuario de SCHOENSTAT Pozuelo, Madrid, donde contamos con la presencia del Señor, que se expone, y de nuestra Santísima Madre María. 

Lara Morera.

Dios está vivo

TESTIMONIO #113

Muchas gracias a la Comunidad Somos hijos de Dios, por las Adoraciones. Son espectaculares.

Tenía un dolor de espalda (tengo escoliosis), que me subía al oído. Y ambos se han ido para la Gloria de Dios. Gracias, gracias y muchísimas gracias.

La palabra que dijo el sacerdote de Efesios, que sean iluminados los ojos del corazón, la acojo para mí. Estoy en un discernimiento de saber qué hacer. El Señor me lo respondió en esta maravillosa Adoración. Y también el de no hacer sino ser y que no me había llamado a crear una empresa. Es sorprendente como el Señor habla tan directamente a través de sus instrumentos.

Doy gracias a Dios por esta bendición. Animo a la gente a que vaya a las Adoraciones de Somos hijos de Dios, donde Dios está vivo.

Bendiciones.

Andrea.

Traer el Reino de Dios a la Tierra

TESTIMONIO #112

El otro día iba a hacer una gestión al banco y me crucé con un hombre, cuyo matrimonio tienen niños (bebés) de acogida. Iba con el carrito y al saludarnos me dijo que había visto mi testimonio en Mater Mundi y que lo había compartido. Y aprovechó para comentarme que el bebé, por las consecuencias del consumo de cocaína de la madre, cuyo bebé le habían retirado, tenía hipotiroidismo. Y allí mismo le pregunté su nombre y empecé a orar por él, dándole gracias al Señor porque le había dado la vida, y para que sanara toda herida y que sanase toda enfermedad.

Y anoche me manda un audio este hombre, con gran sorpresa de su parte y del médico, pues al hacerle el análisis le dijo que se le había ido el hipotiroidismo y que, en quince días, le haría otra prueba.

Como siempre digo:

Los cristianos no estamos en el mundo solamente para consolar, sino para que las personas experimenten la restauración de parte de Jesús que está Vivo en medio de nosotros. Desde la fe, obrando en Su Nombre, oramos para que las personas reciban las Bendiciones de Dios.

Porque nosotros los cristianos no somos periodistas, que simplemente cuentan las cosas que pasan. Nosotros estamos en el mundo no para contar, sino para transformar. Y esa transformación llegará cuando hagamos descender el Reino de Dios. Ese es el sentido de nuestra vida: Traer el Reino de Dios a la Tierra.

Padre, Glorifícate y Glorifica a Tu Hijo Jesús, por Tu Espíritu Santo. Amén.

Yo le pido al Señor en esta mañana que tu fe sea activada en el obrar Poderoso de Dios. Amén.

Gloria a Dios por Su Bondad.

Más, Señor, más de Tu Amor. Más de Tu Poder para Tu Gloria.

Bendiciones.

Un hogar que nos acoge con alegría

TESTIMONIO #111

Gracias SHD por sentirnos familia, por sentirnos queridos, por sentir la presencia de Dios fuerte en vuestras vidas.

Gracias por saber que tenemos un hogar que nos acoge con alegría.

¡Gracias por sentir la unidad de los Hijos de Dios!

Una experiencia inolvidable

TESTIMONIO #110

Antes no me sentía de SHD. Solo me sentía de TABOR. Después de conocerles, ver sus muestras de cariño, su acogida… Y, sobre todo, la oración de toda la Comunidad a Karim, me hizo sentir la COMÚN-UNIÓN entre ellos y nosotros.

Ha sido una experiencia inolvidable.

¡Deseando que llegue Pentecostés!

Mirad cómo se aman

TESTIMONIO #109

Quizás no sea mi mejor momento, son muchas las cosas que me pesan en los hombros, y para decir verdad, me cuesta caminar. El salmo 62 dice «mi alma tiene sed de ti, mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca agostada, sin agua», estas palabras iluminando mi sentir calman el dolor, un dolor profundo que me invita a asumir de nuevo a volver a los orígenes de una creación inacabada que aún se está dando lugar, soy criatura de Dios, soy hijo de Dios que como tierra reseca necesita de esa humedad que solo el Creador me puede dar, con sus manos formarme para su Gloria… solo para su Gloria, ser tierra húmeda, es tener forma, estar formado. Quizás esto es lo que me permite conocer y reconocer mi proceso, mi situación actual, en la que Dios como mi Padre que es, me ha dado Madre, la Iglesia, que en sus entrañas me forma, me sacia, en lo escondido de su vientre, me alimenta con la sencillez de un cordón umbilical.

Pero algo amanece, cuando te sientas en una mesa con personas que conoces de poco, o los conoces, pero tienes la certeza de estar recibiendo amor, fraternidad, sabes que son tus hermanos, y caen los esquemas cuando ante la grandeza del misterio de Comunión no puedes hacer otra cosa sino que reconocer que los amas por qué son habitados por Cristo, son los templos vivos del Espíritu Santo en que Dios viene a visitarme, sin duda alguna algo se teje en el seno de la Iglesia, cuando un hijo de Dios reconoce al Padre Resucitado en sus hermanos, y un horizonte de esperanza aparece a lo lejos al saber que sigue vivo aquel «mirad cómo se aman» de los primeros cristianos.

No sé lo que Dios hará conmigo, solo sé que algo hará, pero reconozco que he perdido el control de mi vida y se lo he dado al Único que puede controlarlo y hacer las cosas bien. Él, que es mi hacedor, no abandonará la obra de sus manos, y precisamente puedo decir esto con fe, porque lo que yo vivo en lo escondido de un seminario, lo encuentro explicado en la vida de Somos hijos de Dios, mi Comunidad, tanto en cuanto los hermanos que la forman se han convertido en mi hogar, sin esperarlo, pero así intuyo que lo quiere el Padre. Mi Comunidad son mis hermanos, mis hermanos son mi hogar, son posada del buen samaritano, donde Dios mi hacedor no me abandona, sino que me gesta, me hace suyo, me sumerge en su Amor.

Jesús está delante y me mira

TESTIMONIO #108

TESTIMONIO DE FERNANDO DE MADRID, RETIRO DE SANACIÓN DEL P. SALVADOR ROMERO EN LA HOSPEDERÍA DE LA SANTA CRUZ DEL VALLE DE LOS CAÍDOS.

4, 5, y 6 de marzo de 2022 (Madrid, España).

Voy a relatar dos experiencias vividas durante este Retiro.

El sábado, tuvimos un tiempo para confesarnos con uno de los ocho sacerdotes disponibles, posteriormente permanecí unos minutos en la Capilla.

A continuación, pasé a la sala donde estaba expuesto Jesús Sacramentado, donde el padre Salvador imponía las manos y oraba por cada uno con la asistencia de los servidores y en ministerio de música.

Pasé a la sala y una hermana servidora me invitó a sentarme a orar, posteriormente me llamaron para que acudiera a donde el padre, oró por mí imponiéndome las manos, tras unos minutos caí en Descanso en el Espíritu, las servidoras me sujetaron un poco y me quedé tumbado ante Jesús Sacramentado. Sentí mucha paz y alegría. Al cabo de un rato vi con los ojos cerrados que salían rayos de la custodia, de Jesús y que se dirigían tanto a mí como a los hermanos en Cristo que estaban en el suelo en Descanso en el Espíritu. Sentí y vi que los rayos acababan en dos manos, las Manos de Jesús que amorosamente y con sutileza penetraban mi pecho hasta el corazón.

Estas Manos acariciaban mi corazón, primero por fuera durante un rato, luego por dentro, eran unas caricias sanadoras, así lo percibí. Permanecí un buen rato así dejándome hacer por Él, hasta que el proceso se completó. Me incorporé y una servidora se acercó y sentí la necesidad de abrazarla y ella hizo lo mismo, me puse a llorar de gratitud y a la vez de alivio y por sentirme consolado, permanecimos sentados en el suelo así, en ese abrazo durante un buen rato.

La segunda experiencia fue el sábado por la tarde, durante la Sanación del Seno Materno.

Me situé en el suelo tumbado boca arriba, el padre Salvador, guió la meditación empezando por el primer mes y acompañado por el Ministerio de Música. Entre el cuarto mes y el quinto, me puse en posición fetal sobre el lado izquierdo en el suelo de la sala. Cuando el Padre Salvador nos dirigió al octavo mes, ahí comencé a percibir dificultades, pasé de estar muy a gusto, protegido y tranquilo, a tener sensaciones de preocupación, inquietud y miedo. En el noveno mes, esto que sentía se unió a sensación de tristeza y desolación. Seguidamente veo interiormente a mi madre que está en casa, la casa que tuvimos en Madrid; ella está en silencio interior y exterior, sentada en una silla en posición un poco reclinada con su vientre al aire, veo que sus manos me acarician lentamente a través de la piel de forma suave y con todo el anverso de las mismas, lleva las uñas pintadas de color claro.

Está en la habitación junto a la cocina, la que al principio fue el comedor, mira su vientre y por tanto me mira a mí, con preocupación y tristeza, está sola en casa, la habitación donde está posee luz artificial aunque no muy intensa, el resto de la casa casi está a oscuras a pesar de ser de día (era una casa con poca luz natural), además la luz artificial del resto de la casa está apagada.

La escena permanece ante mí y en mí hasta que el padre Salvador habla del momento del parto. Las sensaciones mencionadas en mí van en aumento. El nacimiento me da vértigo, veo luz blanca y una sala con las paredes también blancas aunque no distingo más cosas ni personas. El padre indica que Jesús está delante y me mira y así es, veo a Jesús nítidamente con los brazos extendidos, lleva una túnica blanca, me mira a los ojos con una mirada impresionante de amor y de ternura, me coge, me abraza y me acuna durante un buen rato. Sus manos me tocan y me acarician, me siento protegido entre sus brazos. Cuando el padre Salvador pidió que todos aquellos que no pudieran levantarse al concluir la meditación fueran ayudados por un hermano en Cristo que estuviera al lado, me pasó que me encontraba en el suelo, en la posición fetal, inmovilizado, llorando por la experiencia de este noveno mes y el parto. Una hermana intentó levantarme sin éxito, otra sí pudo, comunicó el padre Salvador que dieran un abrazo. La hermana me lo dio y permanecí largo rato así llorando, era una abrazo sanador de consuelo de desahogo, como cuando una madre abraza a un hijo que se ha caído del triciclo o le han pegado los niños, al menos algo parecido y con mucha intensidad.

Después de la experiencia, el padre Salvador pidió voluntarios para dar testimonio, salí y expliqué lo ocurrido, luego me hizo una serie de preguntas sobre mi vida relacionadas con los sentimientos de la vivencia experimentada, a todo le dije que sí, entonces me dijo que muy probablemente el origen estaba en el octavo y noveno mes de embarazo, me recomendó que en cada consagración de cada Misa a la que asistiera, le presentara estos dos meses de embarazo y pidiera a Jesús que me sanara de todo ello.

¡Gloria a Dios! ¡Gloria al Rey! ¡Gracias Señor Jesús!

En la aflicción gritaste y te salvé

TESTIMONIO #107

Me llamo Clara. Espero que mi testimonio sirva para alabar a Dios, agradeciéndole todas las gracias que ha derramado sobre mi marido y sobre mí, en este retiro de sanación. También doy gracias a Dios por todo el equipo que, siendo fieles al Señor, se han entregado generosamente a Él con su trabajo, su esfuerzo y su oración por todos nosotros.

Primero contar que deseaba hacer el retiro, porque sin tener plena consciencia de la razón, sin embargo yo sabía que había cosas en mí que necesitaban ser sanadas. Soy una persona de oración y de Misa diaria. Con experiencia de Dios y de Su actuación. Pero, al mismo tiempo, siempre estaba con la sensación de que algo faltaba en mi vida espiritual. Como si algo no terminara de encajar. Y además, llevaba tiempo en que mi mal humor era más habitual que la alegría. Es como si la vida me hubiera arrebatado la alegría.

Lo primero de lo que me di cuenta, en la primera noche, delante del Santísimo fue: «Realmente no sé qué quiero pedir al Señor.» Bueno, sí. Pedí por mi marido, para que le sanara. Pero, a continuación, me di cuenta de que el Señor haría en él lo que tuviera que hacer. Ahora tenía que ser valiente y dejarme sanar yo. Y lo que me salió del corazón fue pedirle a Dios: «Por favor, devuélveme la alegría.»

Luego vino la confesión, la imposición de manos y lo que debió ser un descanso en el Espíritu. Y estando tumbada, una mujer me estuvo hablando, y lo que me dijo fue realmente lo que necesitaba oír de Dios. Literalmente me devolvió la alegría al corazón. Me liberó de pensar que tengo que vivir siempre preocupada, infundiendo en mi corazón la confianza en el Señor. Y además me corroboró mi devoción a Santa Clara. Cada vez que recuerdo todas esas palabras se me encoje el corazón y a la vez me lo hace gigante, lleno de gratitud a Dios, por escucharme y contestarme.

A continuación, me llevaron delante del Santísimo. Pude estar cerca de una hora mirándole con el corazón. Luego, cogí un papel de la Palabra. Decía: «En la aflicción gritaste y te salvé.» No puedo explicar cómo impactó mi corazón. El Señor me decía: «¿Has visto cómo venías? ¿Te acuerdas de lo que me has pedido? No olvides lo que te dije y recuerda siempre que soy Yo quien te salva.»

Yo pensé que ya me podía ir del retiro, feliz. Ya no podía esperar nada más. Ya había recibido lo que necesitaba.

Pero luego llegó el momento de vivir el embarazo y el parto de mi madre. Sí sabía cómo mi madre había rezado mucho al quedarse embarazada de mí, porque antes tuvo un aborto natural y el hermano anterior a mí tuvo ataques de fiebre siendo un bebé, por lo que lo medicaron y de pequeño lo pasó mal, aunque luego todo desapareció. Yo eso lo sabía. Y también que mi padre no llegó al parto. Estaba fuera y no pudieron localizarle. Durante la oración pude experimentar esa preocupación y la soledad de mi madre. Y pude experimentar cómo el Señor tenía una mano sobre mí y otra sobre mi madre. Él nos cuidaba: «Todo va a ir bien.» ¡Qué paz experimenté! Y lo más grande: pude hacerme consciente en mi corazón de que verdaderamente soy hija de Dios. Él me sostuvo en el vientre materno, desde que fui engendrada. Soy suya. Soy su hija. Me devolvió mi identidad de hija de Dios. Creo que nunca me lo había terminado de creer. Y ahora lo sé y mi corazón descansa. Siento como si hubiera tenido lugar en mí un nuevo nacimiento, por el agua y el Espíritu.

Veo que he empezado un camino de sanación. Un camino de aprender a ser hija y esposa. Un camino de dejarme hacer por el Espíritu Santo. Un camino en el que recordar, guardar y agrandar todas las gracias que he recibido. Un camino en el que aprender a vivir una nueva vida, la vida de la gracia, la vida del Espíritu.

¡Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios de los ejércitos! ¡Justos y verdaderos tus caminos, oh Rey de los siglos!

¡Gloria a Dios!