Como si estuviera en la Tierra Prometida

TESTIMONIO #106

En la alabanza de esta mañana me ha pasado una cosa que quería compartir.

Estábamos alabando y he empezado a bendecir a cada miembro de un grupo parroquial en el que estuve hace 22 años y que me destrozaron la existencia y les guardaba mucho rencor en mi corazón. Veía como, a pesar de todo, habían contribuido a mi salvación y, que de no ser por aquello, seguramente esta mañana no habría estado en San Ramón con mis hermanos y hermanas, Adorando a El Señor y sintiéndome como si estuviera en la Tierra Prometida. Era una fuerza que me empujaba a perdonar y a bendecir sin parar a cada uno de ellos y ellas con su nombre y apellidos. He sentido mucha paz en mi corazón.

Gracias Señor.

¡Qué bueno es Dios!

TESTIMONIO #105

Invocando al Espíritu Santo, os doy mi testimonio de lo que ha sido el retiro de sanación y misericordia que he vivido este fin de semana, junto a mi mujer, Clara. Deseo de todo corazón que sirva para dar gloria a Dios y para infundir ánimo para vuestra perseverancia en esta tarea santa, tan preciosa y tan necesaria para estos tiempos.

En primer lugar doy gracias a Dios por María Longares, nuestra amiga del alma. La conocimos en el 2017 y en estos años apenas nos hemos visto unos pocos días, coincidiendo providencialmente en Medjugorje. Sin embargo, nació enseguida una amistad profunda y sincera. Su valentía para darnos testimonio de su propio proceso de sanación y su oración incansable por nosotros, especialmente por mí, han sido el medio por el cual Dios se ha servido para vencer las resistencias que había en mi interior para poder llegar a ir al retiro, el viernes pasado.

También fue muy bonito que en diciembre murió un tío segundo mío, mi tío Kas (Casimiro), polaco. Aunque tampoco tuvimos mucho trato, instantáneamente nació en mi corazón la necesidad de rezar por su alma, concretamente ofreciendo la Santa Misa y determinamos pedir las Misas gregorianas. Yo no sabía si me había pasado, a coste de nuestra economía familiar, aunque con estas cosas siempre pensamos que no hay dinero mejor invertido, porque Dios siempre da el ciento por uno. Pero para mayor confirmación, resulta que unos pocos días después nos llegó una propuesta de dejar que el Espíritu Santo eligiera para cada uno el santo patrón para el 2022. Yo le pedí al Espíritu que viniera a mí y entre todos los santos del santoral me toco nada menos que San Casimiro, rey de Polonia. Claro, para mí fue una confirmación de aquella necesidad de rezar por él. Pero no acaba aquí la cosa, porque yo tengo una depresión clínica diagnosticada desde que tenía 16 años (mañana voy a cumplir 49), de la cual nunca me he llegado a sanar y desde mediados de febrero había caído en uno de los bajones tan habituales en mí y veía que iba a ser imposible para mí el poder llegar a ir al retiro. No me negaba a ir, simplemente me veía incapaz de ello. Yo le pedía a Dios que, si era su voluntad que fuese al retiro, me diera la fuerza para hacerlo. Y así fue, el viernes, a pesar de lo mal que había estado toda la semana, estaba más sereno, con menos angustia y, no sin esfuerzo, conseguí hacer la maleta y subirme al coche con mi mujer. ¡Cuál fue mi sorpresa cuando en la Santa Misa de ese viernes, en la Plegaria Eucarística, se nombró a San Casimiro, rey de Polonia!

Metiéndome ya en lo que ha sido el retiro para mí, la verdad es que yo ya había hecho un trabajo profundo, de muchos años, de descubrir las heridas que causaban la depresión que tengo. Aún así, desde la primera enseñanza del viernes, las pude volver a ver con una Luz nueva. En la enseñanza del niño interior, lo que yo había aprendido con mi psicóloga de sacar mi «yo cuidador», se hizo por fin realidad, pudiendo consolar —como nunca lo había hecho— a aquel niño de 10 años, que había sufrido una gran crisis identitaria, a causa de un incidente de tipo sexual con un chico del barrio.

La oración de la tarde en el seno materno aún fue más impresionante para mí. Pude recordar muchas cosas de mis padres de la época en la que estaba en el vientre de mi madre. Pero —sobre todo— aconteció que una mujer, justo a mi lado, desde el principio empezó a como retorcerse de dolor (o al menos me lo parecía, por los ruidos) y empezó a gemir, gritar, llorar, con un enorme sufrimiento. Cuando nos pidieron que nos levantáramos todos los que podíamos venir al mundo sin dificultad, me levanté, aunque luego noté que me temblaban las piernas. Lo gordo vino cuando nos dijeron que ayudáramos a levantar a quienes tuviéramos al lado que no lo podían hacer. Yo traté de mirar hacia otro lado, pero inmediatamente supe que yo tenía que ser Jesús para esa mujer postrada al lado mío, para recibirla en esta Vida como Él quería hacerlo y entonces me incliné hacia ella y, aunque nadie me había dicho que tenía que hablarle, por un impulso empecé a decirle cuánto la amaba, como si tuviera que recibir en este mundo a la hija que nunca tuvimos (no hemos podido tener hijos, hasta ahora) con un amor que yo sólo había sentido hacia mi propia esposa. No sé exactamente lo que le dije mientras la levantaba y la abrazaba, pero era un sentimiento de amor inmenso, de amor incondicional, tierno, eterno, lleno de paz y de esperanza. Por la noche, ella se acercó a mí durante la cena. Me dijo su nombre. Me dijo que había encontrado con gran dolor el origen de una herida, pero que, sobre todo, se había encontrado con el Amor de Dios a través de mi persona y mis palabras. Gloria a Dios. Yo soy un pobre pecador. Si os contara aunque fueran sólo mis pecados de la semana pasada, podríais ver cómo soy un hombre débil, que tantas veces he vivido perdidamente sólo para mí mismo y no para los demás. Me conmueve mucho el haber podido servir a Dios y a esta mujer de esta manera tan bonita. Se me saltan las lágrimas exultando: ¡Qué bueno es Dios! ¡Qué bueno es Dios! ¡Qué bueno es Dios!

En la Santa Misa, esa noche del sábado, en el momento de la Consagración, al alzarse el Cuerpo de Cristo, escuché en mi interior al Señor que me dijo: «Tú eres mi Hijo amado, yo te he engendrado hoy.» Conocía estas palabras —al menos parecidas— de un Salmo. Esta vez no las leía, Dios Padre me las decía a mí —¡a mí! Y se hacían Vida. Y entonces unos minutos después, dándole vueltas a lo que había escuchado, me di cuenta de que acabábamos hacer la oración de sanación del seno materno y me acordé de Jesús con Nicodemo: hay que nacer de nuevo del agua y del Espíritu.

Creo que verdaderamente este retiro ha sido para mí un verdadero nacer de nuevo por el Espíritu. Aún ahora tengo miedo de decir esto porque otras veces he tenido experiencias fuertes del Amor de Dios y, sin embargo, luego he vuelto a caer en tanto pecado, tantas adicciones y esclavitudes. Pero sí, creo que es verdad que ha sido un nuevo nacimiento y, como tal, el comienzo de una nueva Vida, la Vida de la Gracia, la Vida del Espíritu, sabiendo que Dios siempre va a estar conmigo, aunque yo pueda perderme de nuevo, una y mil veces.

Otra maravilla de este retiro ha sido la de haber podido vivirlo con mi mujer, Clara. Ella dará su propio testimonio, por lo que no quiero pisarlo. Sólo diré que ha salido feliz, como hace tiempo que no la veía. Además tuvimos la ocasión de renovar también nuestro matrimonio, con un diálogo muy sanador de las heridas sufridas durante los casi 20 años que llevamos casados. 

Siento haberme alargado tanto. Doy gracias a Jesús Eucaristía, siempre presente en el retiro, el autor de toda Salvación y Sanación. Doy gracias a Dios por los sacramentos de la Santa Misa y de la Confesión, que tanta Luz y Vida me aportaron. Doy gracias al Espíritu Santo por ser tan bueno de venir a nosotros, a poco que le llamamos. Qué belleza, qué fuerza, qué sabiduría la del Espíritu Santo. La Vida de mi vida, el Amor de mi amor. Doy gracias a Dios por todo el equipo y por el padre Salvador: hombres de una Fe como una montaña, con el entusiasmo y la alegría de los niños, con la ternura de una madre, con la firmeza de un padre, que habéis trabajado incansablemente; sólo puede explicarse por el Amor de Dios que hay en vuestros corazones. Sois un testimonio de la Vida del Espíritu que relata el libro de los Hechos de los Apóstoles.

Para siempre quiero teneros presente en mi alma para alabar juntos eternamente las maravillas del Señor.

¡GLORIA A DIOS!

Jesús se hizo presente

TESTIMONIO #104

Gracias, Señor, por el gran regalo del retiro de sanación, «Perdón y misericordia», que acabo de realizar con el padre Salvador y todo su equipo. Agradecer tantos detalles, tan cuidada y amorosa atención, las charlas combinando con gran acierto la parte psicológica y la espiritual, la música en total armonía con la palabra, la oración, alabanza y ambiente de fe en que se hacía presente el Espíritu Santo, la colaboración de sacerdotes y laicos.

Han sido varios los momentos sanadores y voy a citar dos. Por una parte, la oración del seno materno ante el Santísimo, me ha llevado a sentir un inmenso amor, comprensión y ternura por mis padres. Especialmente con mi madre. Reconocer su miedo, su angustia y soledad, aún más patente a partir del quinto mes. Soy el quinto embarazo, tras tres que sin explicación aparente, murieron poco antes de nacer y un cuarto con muchos problemas en el momento del nacimiento. Al vivenciar de nuevo el momento del nacimiento en que, ante mi asombro no era capaz de levantarme, buscaba a Jesús, que el padre Salva dijo estaba presente en todos los partos, y no lo veía. Ahí me llegó la necesidad de que naciera por cesárea. Jesús se hizo presente en el abrazo que me envolvía de amor y ternura de la compañera que acudió a levantarme. En las muchas oraciones que mi madre le imploró, la Virgen acompañó en todo momento con su atenta intercesión de Madre y todo eso hizo posible que naciera viva.

Completando lo anterior, en la sanación del árbol genealógico, viví, sintiendo presente a toda la familia, ese funeral que en su momento no tuvieron los niños nacidos muertos y que tanto dolor provocaba en mis padres. Ahora un gran Amor reconciliaba y acogía a todos en el marco incomparable de las oraciones y la Cruz del Valle. ¡Gloria al Señor!

Begoña.

¡Llena de esperanza!

TESTIMONIO #103

Alguna vez leí un texto de Thomas Merton que decía «yo no busqué a Dios, Él me buscó a mí»… Hoy, por primera vez, entiendo esta realidad:

Sin saber nada de ellos, ya que no me han «vendido» ninguna idea, descubrí «por casualidad» una Misa de sanación en noviembre de 2021 en Moratalaz. Posterior a esto he asistido en marzo de 2022 al retiro de Perdón con los padres Salvador Romero, Jesús López y Abraham entre otros, en el Valle de los Caídos. La verdad que sin grandes expectativas, pero con disposición de corazón: muy necesitada de este espacio. La experiencia es difícil de resumir, pero intentaré centrarme en los frutos más importantes que percibo hasta este momento:

  1. Aún no salgo de mi sorpresa por la presencia de ese gran número de católicos y de ver tanta devoción: no sólo en personas mayores de 50 años; había muchos matrimonios, sorprendente la presencia también de jóvenes, hombres solos (que suelen ser menos predispuestos a estas cosas) y mujeres de todas las edades. Algo fundamental en un momento en el que parece que se hubiera extinguido la fe y muchas veces me había sentido de alguna manera resignada a vivir en un ambiente de tibieza y de soledad espiritual sin esperanza alguna.

  1. Ver el rostro de los sacerdotes transformado, amoroso, totalmente sincero, ver su entrega total… esto me dice mucho más que cualquier palabra que ellos puedan pronunciar. Ver de verdad, con mis propios ojos algo que con las palabras no se puede describir y sentir que ellos transmiten esa llama viva del corazón, ¡me emociona y me conmueve tanto! Ha sido un regalo increíble que nunca nunca pensé recibir. Les doy las gracias a todos incluido el padre Jesús Navarro que fue mi confesor, porque con tanta crítica a la iglesia católica, al final casi que uno llega a creer que esto es lo que hay, y necesitaba ver que sí, que todavía tenemos sacerdotes vocacionales, verdaderos pastores y mucha fuerza como iglesia y como comunidad de FE, aunque los otros hagan más ruido, ¡aquí estamos!

  1. Acudí con la intención de sanar ciertas heridas familiares y aunque la sanación es un largo camino, las lágrimas y una conversación profunda que tuve al regreso con mi madre, me confirmaron que todo fue verdad. Ahora entiendo perfectamente que mi herida de soledad me llevó a tener tantas relaciones vacías y mal fundamentadas buscando el amor para llenar algo que sólo Dios puede en mi alma y también recibí la valiosa guía por parte del padre Salvador para fortalecer mi matrimonio en constante comunicación.

  1. Algo que ni de lejos esperaba porque no lo pedí, es sanación física, ya que desde hace 10 años, tras una experiencia traumática con una pareja, padecí un trastorno depresivo que me dejó como secuela una espasticidad en las piernas y en las mañanas los músculos estaban siempre contracturados y agotados de dar patadas en la cama. La solución era tomar para toda la vida bezodiacepinas y había decidido vivir con ello sin tomar nada. Esta mañana por primera vez me levanté de la cama con las piernas relajadas… totalmente «normales». Después de tantos años, es increíble el alivio.

  1. Por último y como si fuera poco, la reafirmación en mi misión de vida, ya que creo que con la medicina pasa algo muy similar al sacerdocio: si se hace con el corazón vacío, difícilmente resulta humanista y mucho menos va a ser espiritual; no podemos dar de lo que no tenemos. En este retiro recibí de una manera muy clara el mensaje de que lo que hago es importante para muchas personas y que Dios me ha puesto ahí por una razón y que estoy en ese camino, así que también voy con fuerzas renovadas para seguir con mi tarea.

En resumen: ¡LLENA DE ESPERANZA! Doy gracias a Dios por tantas y tantas bendiciones y animo a los sacerdotes que están trabajando en esta misión a seguir en este camino, porque los necesitamos.

¡GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS!

Gracias por levantarnos la fe

TESTIMONIO #102

Dios mío y Señor mío.

Dios lo bendiga padre Salvador. Mi hermana Sara se curó del COVID, con la oración que usted hizo en la Adoración por su página de Facebook el domingo pasado. La palabra que dio para la mujer, la tomamos todas las mujeres en casa porque andamos siempre preocupadas por la provisión.

Gracias por levantarnos la fe y ser el instrumento dócil del Señor.

Dios lo bendiga.

Montse.

Reino inconmovible

TESTIMONIO #101

Doy gracias a Dios por esta Comunidad a la cual Dios me llamó: «Somos hijos de Dios.»

Y oro para que no sea tarde cuando nos demos cuenta de que el Reino de Dios no puede ser encerrado en un nombre o sub-nombre. Alguien dijo: «Los avivadores de una generación se convierten en los fariseos de la próxima.» Yo creo que esto sucede cuando ponemos el control por encima de la fe. Alcanzamos aquel avivamiento por fe y queremos mantenerlo con control. Es por esto que escribo algo que le escuché decir a alguien: «Los avivamientos empiezan por Dios, pero terminan por el hombre.»

Cuando perdemos el control es el momento en que Dios puede tomarlo. Las cosas del espíritu no se pueden entender, son locura para la mente natural.

«El hombre naturalmente no capta las cosas del Espíritu de Dios; son necedad para él. Y no las puede conocer pues sólo espiritualmente pueden ser juzgadas.» 1 Corintios 2, 14.

Creo que es tiempo de poner nuestra mirada en ese Reino inconmovible al que por gracia fuimos llamados.

Porque se acerca el tiempo donde todo lo movible será removido para que quede lo inconmovible. Esto ha sido profetizado desde el Antiguo Testamento hasta el Apocalipsis. Veamos algunas citas:

Joel 4, 16: «Ruge Yahveh desde Sión, desde Jerusalén da su voz: ¡el cielo y la tierra se estremecen! Mas Yahveh será un refugio para su pueblo, una fortaleza para los hijos de Israel.»

Joel 4, 17: «Sabréis entonces que yo soy Yahveh vuestro Dios, que habito en Sión, mi monte santo. Santa será Jerusalén, y los extranjeros no pasarán más por ella.»

Hebreos 12, 26: «Su voz conmovió entonces la tierra. Mas ahora hace esta promesa: Una vez más haré yo que se estremezca no sólo la tierra, sino también el cielo.»

Hebreos 12, 27: «Estas palabras, una vez más, quieren decir que las cosas conmovidas se cambiarán, ya que son realidades creadas, a fin de que permanezcan las inconmovibles.»

Hebreos 12, 28: «Por eso, nosotros que recibimos un reino inconmovible, hemos de mantener la gracia y, mediante ella, ofrecer a Dios un culto que le sea grato, con religiosa piedad y reverencia.»

Hebreos 12, 29: «Pues nuestro Dios es fuego devorador.»

Por esto es importante entender que no estamos edificando nuestros propios imperios, sino el Reino inconmovible. Somos «embajadores» de ese Reino.

Estamos llamados a ser voces proféticas que manifiesten a Dios. No estamos construyendo nuestros reinos, ni dando a conocer nuestros rostros y nombres.

Jesús viene y el mundo necesita conversión y cambio.

En el cielo solo un nombre es digno y Adorado; el nombre de Jesús. ¿O acaso se sabe el nombre de los 24 ancianos? ¿O de aquellos seres vivientes alrededor del trono? ¿El de los ángeles y santos? ¿Se les nombran? No. Solo el nombre de Jesús.

Estamos aquí para manifestar a ese Jesús y a su reino. A hacer la voluntad de Dios, siendo pedazos de barro guiados y movidos por el Espíritu Santo. Así, cuando nuestra voluntad personal muera, Él pueda tomarnos, darnos su forma, determinar nuestros movimientos y fluir a través de nuestras vidas.

Es tiempo de alistarnos para el Reino eterno, inconmovible. La hora viene donde todos los reinos humanos caerán. Muchos se sorprenderán. Los últimos se convertirán en primeros y los primeros en últimos. El león de la tribu de Judá rugirá y solo el que tenga esa esencia divina permanecerá. Es tiempo de la manifestación de la voz del Reino. La creación gime por oír esa voz.

Somos hijos de Dios es el llamado a ser esa voz. Gracias Dios por tantas maravillas que has hecho con tantos hijos de Dios y que se encuentran plasmadas en las páginas de este libro: 100 historias de Amor.

A ti la Gloria por siempre Dios.

Adriana.

No dejes de mirarle

TESTIMONIO #100

Buenas hermanos:

En la Adoración de ayer en el convento de la Purísima, se dijo una palabra para una mujer.

Dicha palabra a mí me ha ayudado mucho, pues hace unos días recibí una palabra, abriendo al azar la Biblia: Ezequiel 16, 6ss. El Señor me dice que vivo «agitada en medio de mis preocupaciones, que me hacen estar muerta, bloqueada». (Esta palabra no es la primera vez que me sale, hace años en un momento complicado me salió y me marcó mucho.)

Ayer, en la Adoración, estaba así agitada en mis preocupaciones, llorando y agachando la cabeza… Estando el Señor delante, yo tenía la cabeza agachada, los ojos cerrados y con lágrimas… La palabra de conocimiento decía (si no recuerdo mal): «No te preocupes, el Señor sabe lo que va a hacer, confía y no dejes de mirarle, mírale

El Señor hace años que me ha llamado a contemplarle, porque mis ojos, si no están puestos en Él, me hundo.

Doy gracias a Dios por esta Adoración y por el Amor de Dios derramado en nuestros hermanos. Y cómo el Señor nos cuida, empujándonos con la fuerza del Espíritu Santo.

La Paz hermanos.

Sara.

Dios nos ama y nos busca

TESTIMONIO #099

Gracias por la primera palabra de conocimiento que dieron el domingo en la Adoración. Me ha levantado como a las águilas. Dios los bendiga y les siga llenando de sabiduría para tocar a esos corazones rotos y afligidos, necesitados de una palabra de esperanza. Y saber que Dios nos ama y nos busca.

Dios los bendiga.

Delia.

La alegría de la sanación física

TESTIMONIO #098

Quiero compartir con vosotros la alegría de la sanación física que el Señor me ha regalado esta mañana.

Nadie sabía que yo tenía un dolor desde, aproximadamente, finales de agosto. Yo me he estado rezando y otros hermanos también me habían rezado hace un tiempo. Había mejorías, pero luego volvía el dolor. Hace unas semanas recibí un tratamiento, mejoró mucho pero luego volvió el dolor otra vez.

En la intercesión, una hermana me ha dicho que el Señor me estaba sanando en la parte izquierda. Desde la intercesión estoy bien, ¡para la Gloria de Dios!

Está semana próxima iba a recibir otra sesión, iré pero para confirmar la sanación con una prueba médica.

¡Grande es tu Amor, Señor!

¡¡¡Bendito y alabado seas!!!

María.

Reconstruye mi casa

TESTIMONIO #097

Me llamo Vicentina, soy esposa de Eduardo. Dios nos ha concedido 9 hijos y 6 nietos.

La experiencia empezó antes del retiro de Discípulos de Jesús, cuando metiendo las libretas de notas en la maleta, por error cogí una distinta. Al examinarla vi que era de hace 17 años, cuando celebramos las bodas de plata y fuimos a Italia. Íbamos buscando que el Señor nos diera una palabra para nuestro matrimonio y allí en Asís, en San Damiano, ¿qué nos iba a decir el Señor?: «Reconstruye mi casa.» Vimos pues que nuestra casa era la Iglesia; nuestra parroquia, nuestra comunidad, pero también era nuestra Iglesia doméstica que es nuestra familia, nuestros hijos. Esa era nuestra misión. Y pensamos: «¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo construimos la Iglesia de nuestra familia si esto es un caos?» Entonces el Señor nos contestó: «Haciendo las cosas como las hacia San Francisco.» Y descubrimos que San Francisco era la sencillez, la humildad, la alabanza, la bendición, la paz y vimos que esa tenía que ser nuestra línea de conducta. ¡Eso era lo que teníamos que pedir al Señor que realizara en nuestra casa!

Me alegré de releer esas notas sin entender cómo habían llegado a mis manos después de tanto tiempo; paré un momento para dar gracias a Dios y seguí preparando las cosas.

La primera noche del retiro el Señor tuvo a bien, a través de algunos hermanos, darnos una palabra de conocimiento. La verdad es que no puedo recordar literalmente todo lo que se nos dijo, porque era tan grande que me desbordaba, pero sí conservo viva la huella que dejaron en mi corazón. Iluminaban nuestro matrimonio y nuestra familia, reafirmándonos, diciéndonos que el Señor está con nosotros, que íbamos por buen camino, que se reconstruirían las murallas de nuestro hogar. Él estaba en medio de nosotros y esa palabra que guardábamos de hacer de nuestra familia una Iglesia doméstica se iba a cumplir. Para esta lucha el Señor nos daba unas armas: la bendición y la oración de alabanza y de acción de gracias; y una palabra: el Salmo 148, 13-14.

Mi esposo y yo nos casamos para formar una familia cristiana en camino hacia la santidad; nos pusimos a los pies del Señor, para que nos diera los hijos que quisiera y llevara Él nuestra vida. ¡Y el Señor lo estaba cumpliendo! Esta palabra nos llenó de alegría. Daba sentido a nuestro matrimonio y reafirmaba que, a pesar de nuestra debilidad, luchas, problemas y sufrimientos, siempre fuimos guiados y sostenidos por el Señor. Ahora entendía quién puso esa libreta en mis manos unas horas antes para abrir mi corazón a lo que Él nos tenía preparado.

A mí esa palabra me consoló muchísimo, me dio una alegría enorme. Después no podía dormir, pasé la mayor parte del tiempo dando gracias a Dios y diciendo: «¿Será verdad? ¿Lo habré soñado? ¡No puede ser tan maravilloso!»

Al día siguiente, el padre Salva, en la bendición con el Santísimo, me dijo: «Lo que se te dijo anoche se cumplirá, ha dicho el Señor que lo que se te dijo se cumplirá.» Me llené de júbilo, ya no sabía si estaba en la tierra o en el cielo; pero eso sí, exultante, por el detalle que tuvo el Señor conmigo, dándome su palabra y además confirmándomela.

Por la noche en la oración de sanación una hermana me manifestó que el Señor le había indicado que orara por mí. Le dije que desde la cabeza a los pies podía empezar por donde quisiera; sé que le di mucho trabajo, pero ahí estuvo orando y, gracias a Dios, la fuerte migraña que padecía desde hacía tres semanas desapareció completamente.

El año pasado tuve una parálisis facial parcial que me inmovilizó el lado izquierdo de la cara. El Señor me ha ido devolviendo gran parte de movilidad, pero han quedado movimientos involuntarios y tensiones muy molestas. Con la oración la tensión desapareció y pude descansar.

Pero lo mejor fue cuando oró por mi espalda. Hacía ya varios meses que no podía enderezarme y caminaba encorvada. Comenzó a orar, y al momento ambas notamos que mis vértebras se movían, empecé a sentir como desde las primeras lumbares se iban colocando correctamente y yo me iba enderezando y como creciendo hasta que me quedé totalmente erguida. Me podía mover, agachar, levantar, aquello era increíble. Entonces le dije a esta hermana: «Esto es maravilloso, aunque sea por un tiempo. ¡Bendito sea Dios!» Pero ella me contestó: «No, no, Dios cuando hace las cosas las hace bien y las hace para siempre.»

En ese momento se me hizo presente el Evangelio de Mateo 9, 4, cuando Jesús dice: «¿Qué es más fácil decir, tus pecados te son perdonados o levántate y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar los pecados: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.»

Yo me vi dentro de ese Evangelio. Era el Señor el que me decía «te lo he dicho una vez, te lo he reafirmado por segunda vez y, qué es más fácil, ¿cumplir mi palabra o enderezar tu espalda?, pues para que veas que tengo poder para cumplir mi palabra, en mi Nombre se te endereza la espalda», y toda la espalda le obedeció.

Esa fue mi experiencia. He vivido este acontecimiento como un precioso acto de amor de Dios que está pendiente de mí y de todas mis necesidades, pero sobre todo como una garantía de fidelidad en el cumplimiento de su palabra.

Siempre le he pedido al Señor la esperanza. Cuando veía que todo en mi casa parecía que se fuera a hundir, trabajo, discusiones, rebeldías (mis hijos son todos maravillosos, pero la adolescencia es un tiempo difícil), pensaba: «Dios mío ¿cómo vas a poder arreglar esto y transformarlo en santidad?» Y pedía al Señor: «Mis hijos los he tenido por ti y para ti, dame la esperanza de que tú los vas a llevar al Cielo.»

Cuando llegué al retiro tenía esa esperanza que el Señor siempre me ha concedido, pero cuando salí de él, no tenía esperanza sino certeza.

Gloria a Dios.