TESTIMONIO #142
Buenos días, mi nombre es Cruz y asistí al retiro «Discípulos de Jesús» de este fin de semana en Madrid.
Siempre me asalta la duda, antes de hacer algún retiro de estas características, de si debería ir, ya que a veces tengo la sensación de que me anoto a lo primero que salga, por si acaso el Señor me quiere hacer un regalo y no estoy ahí para recibirlo… Gran mentira, porque el Señor se manifiesta cuando Él quiere y donde quiere. Dios tiene un plan perfecto para cada uno de nosotros y nos pone donde Él nos quiere en cada momento.
Cuando el viernes llegué a El Escorial, estaba entusiasmada por participar en el retiro, pero algo pasó en la noche del viernes: Empecé a sentir tristeza, a sentirme que estaba fuera de lugar y con ganas de salir corriendo; mi diálogo interno cambió cuando empezaron las profecías ante el Santísimo expuesto; los del equipo decían palabras de conocimiento con nombres propios a muchos de los asistentes en esa sala, y mi nombre no lo dijeron. En ese momento, mis pensamientos se pusieron a despotricar de mis hermanos en fe, y no solamente eso, sino que me enfadé con Dios, nada menos que con Jesús sacramentado, diciéndole: «¿No me dices que soy tu esposa? ¿Así tratas a tu esposa? Vengo a encontrarme contigo y pasas de mí, ¿me quieres dejar en ridículo? ¿Para qué me haces venir? Claro, no tenía que haber venido…»
¿Qué estaba ocurriendo? Pues estaban hablando mis heridas, mi herida de rechazo y abandono.
Yo estaba en un proceso de liberación y sanación desde el vientre materno. Dios me hizo el mayor regalo al que una persona puede aspirar, saber quién era, SABER MI IDENTIDAD, esto es, saber cómo DIOS me pensó desde el inicio de los tiempos.
A nivel espiritual estoy liberada, pero ahora estoy trabajando con mi mente; todos tenemos patrones de comportamiento bien anclados desde pequeños, y creo que es lo más difícil de trabajar. ¿Qué tenemos que hacer? «Ponernos a tiro», pedirle al Señor que te muestre los momentos donde se produjeron esas heridas. Después el Señor te va poniendo todo lo que necesitas para sanar (cada persona tiene un camino). A mí me ha puesto a una psicopedagoga (que además es intercesora), con la que estoy recorriendo el camino del plan que Dios tiene para mí: Un plan de bien, no de mal, y me muestra qué pensamientos recurrentes me hacen comportarme así y saber que son mis heridas las que hablan y no yo; me aporta herramientas para poner nuevos pensamientos y así obtener poco a poco esa sanación de mente, como digo yo.
Volviendo al retiro de este fin de semana, después de mi cabreo monumental con mis hermanos en fe y con Dios, durante la consagración de la Misa del sábado, empecé a sollozar con lágrimas incontrolables, empecé a temblar… El Señor me estaba sanando mis miedos, mi miedo a no ser querida, a sentirme rechazada, abandonada; fue un momento de unción muy fuerte.
Al día siguiente me confesé. El Señor me mostró su gran misericordia, y escuchando una de las charlas de este retiro, justamente el domingo por la mañana, Dios me muestra una imagen: Yo estaba como en una celda con barrotes, y el Señor me indicaba que podía salir de ahí, que dependía de mí, y salí, salí porque solo era un muro, que podía sortear saliendo por la derecha; ahí tuve un encuentro con Jesús, en una pradera verde, me abrazaba y sentí un gran alivio y sanación interior.
Dios siempre nos sorprende, y no como nosotros queremos, sino como Él sabe que necesitamos ser sorprendidos, por su amor y misericordia.
Solamente le puedo dar gracias a Dios, al padre Salvador, a todo su equipo, al equipo que organizó el retiro, al padre Jesús, al padre Miguel.
Este testimonio no sé si servirá de algo, pero quería darle GLORIA A DIOS.
Cruz.