Una felicidad plena que nunca antes había sentido

TESTIMONIO #203

Desde mi infancia llevaba arrastrando problemas emocionales que durante muchos años me han estado generando problemas de ansiedad y depresiones. Durante años he estado yendo a diferentes especialistas. He estado sometida a diferentes tratamientos médicos para curar esa ansiedad y esas depresiones.

Ante mi desesperación por no poder resolver esos problemas emocionales que tenía, me metí en la Nueva Era porque estaba buscando también luz en mi camino. Pero lo que conseguí fue todo lo contrario, ya que me vi metida en un mundo de oscuridad y de tinieblas donde lo que te venden son todo mentiras y falsas promesas y, además, abres puertas que no son de Dios. Con lo cual, una vez te metes en ese mundo, hay veces que es difícil salir de ahí, como me pasó a mí.

A finales del año pasado, mi marido y yo vimos al padre Salvador en las redes sociales, y decidimos ir a la Iglesia San Ramón. Empezamos a acudir a las Eucaristías y a las Adoraciones al Santísimo los dos domingos al mes. Yo nunca había creído en Dios ni tampoco había vivido la fe católica en mi familia.

Después de empezar a ir a las Eucaristías y a las Adoraciones al Santísimo, recibí la Gracia de la fe, donde pude sentir el inmenso Amor de Dios, y las ganas de querer compartirlo, y donde pude sentir también la Infinita Misericordia de Dios. El espíritu Santo empezó a sanar mis heridas emocionales, a darme la Gracia de poder perdonar a las personas que me habían hecho daño, a encontrar la paz interior y una felicidad plena que nunca antes había sentido y una gran fuerza interior. La ansiedad empezó poco a poco a disminuir y también esa tristeza que llevaba junto a mí desde la infancia.

Con lo cual he podido empezar a reducir la medicación que me estaba tomando para la ansiedad y la depresión, cuando antes no podía. Mi familia también ha empezado a notar cambios en mí y me dicen que están muy contentos del camino que he tomado.

Estoy inmensamente agradecida a esta Comunidad por haberme acercado a Dios, el cual a través del Espíritu Santo ha obrado ese milagro en mí, transformando mi corazón, dándome una nueva vida y haciéndome vivir con esperanza.

Para mí ha sido como volver a nacer.

Gracias.